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15 Feb2016

 

Camilo Torres Restrepo

 

El 17 de febrero se cumplen 50 años de la muerte del padre Camilo Torres a manos del Ejército, tras su ingreso al Eln el mes anterior.

 

Esta guerrilla (producto de los rezagos de La Violencia, los estímulos de la Guerra Fría, la ausencia de una oposición institucionalizada y el bloqueo gubernamental a la acción política estudiantil) fue el refugio de su rebeldía, ante el acoso del sistema político expresado en el régimen del Frente Nacional y la alta jerarquía de la Iglesia católica.

Camilo fue producto de una sociedad en rápida expansión, frente a un régimen político ideológicamente cerrado, que pretendió apaciguar al país luego de La Violencia y sus dictaduras. La personalidad carismática del padre Camilo Torres —en un contexto católico— emergió dentro del gremio estudiantil, que buscaba integrar su diversidad ideológica a una sociedad con una tardía y veloz modernización capitalista.

El Frente Nacional produjo efectos ideológicos en el sistema universitario, con mayor rapidez que el impacto recibido por el resto de la sociedad. El monopolio de los partidos Liberal y Conservador —que no contemplaron oposición alguna— se tradujo en la formación de una conciencia universitaria crítica, al borrarse —de improviso— la diferenciación ideológica sectaria entre los dos partidos y ampliarse el horizonte de acción política, producto de un ejercicio —en la práctica— unipartidista.

Los partidos se fueron convirtiendo en espacios políticos cada vez más estrechos para quienes apreciaban la complejidad de la sociedad y sus problemas. Se fue engendrando así una agitación estudiantil con proyectos a la deriva dada la rigidez del régimen. La revolución cubana fue la más persistente entre las ilusiones de la juventud universitaria.

Las movilizaciones estudiantiles cubrieron todas las universidades del país, pero el régimen no hizo sino reprimirlas, máxime cuando fueron apoyadas por movimientos sindicales. La creación, en 1964, de la Federación Universitaria Nacional, FUN, posibilitó unificar las disímiles manifestaciones estudiantiles, pero también las reacciones represivas de la fuerza pública. Se fue configurando así una disyunción entre el mundo político universitario y los espacios de poder del resto de la sociedad: proyectos ideales de cambio y de revolución y distanciamiento estudiantil de lo concreto, estimulados además por la ausencia de una política oficial universitaria.

Tras la muerte de Camilo y el ascenso posterior a la Presidencia de Carlos Lleras Restrepo, el Gobierno enfrentó los paros con clausuras de universidades, expulsión de dirigentes, suspensión de la participación estudiantil, consejos de guerra a miembros de la FUN e invasión de la fuerza pública a predios de la Nacional.

Con la abolición física de la FUN se disgregó la acción política estudiantil y afloraron divisiones ideológicas. La socialización universitaria profesional remplazó a la organización estudiantil como guía de acción política. La masa estudiantil regresó a una posición política pasiva y conformista, aunque con destellos anarquistas. La universidad oficial fue decayendo en un período de cierres sucesivos que limitaron su calidad académica. La universidad privada, dispersa y sin control oficial, se dedicó a legitimar la posición social de nuevos y variados grupos sociales, buscando solución a problemas presupuestales a costa del deterioro académico. En el ambiente universitario tendió a eclipsarse la esencia crítica de la sociedad.

Pero el legado de Camilo Torres continua incólume, teniendo en cuenta el contexto histórico en que se originó. Por eso, la Universidad Nacional celebra, del 15 al 19 de febrero, homenajes a su memoria.

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