http://www.89decibeles.com

14 Junio 2009

 

Nicaragua y la revolución perdida

por Marco Blanco

 

El próximo 19 de julio se conmemoran treinta años del triunfo de la Revolución Sandinista.

Como pocos, este acontecimiento fue celebrado en nuestro San José con una multitudinaria manifestación encabezada por José Figueres (el viejo… el bueno…) férreo opositor a la dictadura del norte desde los tiempos de Tacho el Viejo.

La caída de la dinastía Somoza, con sus más de cuarenta años en el poder, abría un espacio para la esperanza por tiempos mejores para la región.

Un par de años antes, en 1977, una representación nicaragüense algo incómoda al régimen, como presagio de lo que se avecinaba, triunfaba en el ya fenecido Festival OTI de la canción. Quincho Barrilete, de Carlos Mejía Godoy, se convertiría en un himno generacional, una de esas canciones coreadas por tanta gente que todos pensaríamos que es más vieja.

El recuerdo de la catástrofe que fue el terremoto de Managua, las condiciones de pobreza de una gran mayoría de la población, los niños que para sobrevivir deben empezar a trabajar a corta edad, se ven reflejados en este tema, que a la vez augura la lucha por tiempos mejores, conforme “el tiempo sigue incontenible su camino…

Con la lucha revolucionaria, floreció como pocas veces un movimiento cultural de una fuerza enorme que arrastró consigo la región centroamericana. La música nicaragüense se coló en los imaginarios regionales con temas como Son tus perjúmenes, El Cristo de Palacagüina o El primero de enero, todos con el sello de los hermanos Mejía Godoy. La novela testimonial, la poesía de Cardenal y Urtecho, por edad anteriores a este movimiento, pero por presencia y convicción motores de esta renovación; la narrativa de Sergio y Gioconda, los planes educativos de Tunermann… presagiaban la construcción de esos “hombres nuevos”, donde la solidaridad fuera más fuerte que el egoísmo, donde la conciencia social fuera más importante que el logro individual…

Con Quincho crecimos muchos esperando que estos signos de tiempos mejores se concretaran; sin embargo, estos tiempos no llegaron… la contrarrevolución ahogó las esperanzas de una paz pronta y dividió del modo más doloroso al país vecino… el bloqueo económico, los malos manejos y la guerra alejaron la esperanza de una mejor economía, la piñata desenmascaró que la revolución fue buena para pocos, mala para otros tantos, e indiferente para el que “mañana y tarde vende bolis en los buses” y tiene como principal preocupación procurarse el pan de cada día.

Nicaragua logró terminar su guerra, sin embargo, nos sigue demostrando que la paz no llega, y que una supuesta democratización no alcanza para resolver los problemas estructurales.

Un país secuestrado por dos grupos políticos antagónicos en lo ideológico, pero hermanados en la práctica de la repartición de puestos, los recursos y la impunidad… donde el populismo aberrante sigue siendo el discurso diario, mientras numerosos pobladores no tienen más remedio que cruzar la frontera y tomar el riesgo de colarse en nuestro país, seguros de que con promesas no se vive, y de que sin trabajo no se come…

 

Treinta años después del triunfo, la revolución se ha perdido. Ni izquierdas ni derechas han logrado reconstruir el país, demostrando que en el fondo no es un asunto de ideologías o modelos de desarrollo, sino de voluntades y construcción de consensos.

Treinta años después del triunfo, ese movimiento cultural que como pocos vimos renovar las estructuras del sector, ha seguido fuerte, pero presa de la nostalgia y el desencanto. La militancia de la gran mayoría de ellos acabó, como signo de que los artistas más que los políticos sí tienen principios y dignidad.

Así, ni Carlos, ni Luis Enrique, ni Ernesto, ni Tunni, ni Gioconda, ni Sergio, militan ahora en el sandinismo secuestrado por los Ortega y compañía…mientras “la flor más linda de mi querer” sigue marchita y hundida en la pobreza, aquellas voces no callan, sabiendo que no tienen más remedio que ser escuchadas en algún momento

top